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/Trabajos forzosos

El proyecto iniciado en el 2015 (vigente en la actualidad), tiene la voluntad de observar y actuar desde una perspectiva subversiva, los trabajos desarrollados por los artistas fuera del ámbito estrictamente cultural. Durante las jornadas laborales en cada uno de los trabajos, se elaboraron diferentes acciones que canalizan el desasosiego del artista en su papel como trabajador, convirtiendo el contexto laboral en un campo de acción desde el que actuar. Desarrollando ejercicios con diferentes procesos, las acciones se ejecutan desde una actitud de sublevación hacia injusticias desarrolladas desde el marco de el Capital, evidenciando la presente jerarquía entre Amo y Esclavo propuesta por Hegel.

Los trabajos de carácter artístico realizados en tickets, servilletas, libros, acciones, collages, textos o fotografías, conforman diferentes testimonios sobre los sucesos realizados por el autor en el marco de las jornadas laborales. A partir de interacciones con los/las clientes/as, compañeros/as o personas ajenas a los establecimientos, se repiensa la identidad del/la trabajador/a bajo el objetivo de señalar situaciones indignas mediante diferentes conductas que ponen en evidencia de qué manera somos dominados “voluntariamente” como trabajadores/as por una la necesidad económica imperante.

1/“Restaurante Japonés”

4 servilleteros intervenidos, 18 x 4 cm c/u y ticket intervenido

Ticket intervenido 10 x 9 cm

20 servilletas de papel intervenidas, 10 x 10 cm c/u 

Barcelona 2014

Durante el año 2014 trabajé como camarero extra en un restaurante japonés del barrio de l’Eixample Dret de Barcelona. El responsable del local me llamaba cada vez que había más reservas de las habituales y requería de personal de soporte. Como camarero extra debía tomar nota de la bebida y la comida, pasar la comanda a la cocina, decirle a mi compañero “runner” que recogiera los platos una vez listos, vigilar que mi compañero los sirviera, estar atento a cualquier eventualidad de los clientes y finalmente cobrarles.

Conseguí el trabajo a partir de una amiga que conocía al hermano del responsable del establecimiento. Ella me comentó que necesitaban camareros extras en el restaurante donde trabajaba el hermano de su amigo y como en ese tiempo no disponía de un trabajo estable y necesitaba dinero, acepté las condiciones que me ofrecían sin contemplaciones: no tendría un horario fijo, no dispondría de contrato y en cualquier momento que me necesitaran debía acudir lo antes posible. 

El restaurante japonés tenia una decoración sobria, propia de los locales de lujo de la zona y aseguraban que sus productos eran frescos y de altísima calidad, hecho que se reflejaba en sus precios. 

Los trabajadores y trabajadoras de sala se dividían en dos grupos: el primero eran los llamados “camareros responsables”, grupo en el que yo me encontraba. Nuestra tarea era la de atender nuestro grupo de mesas, interactuar con los/las clientes/as asesorándoles sobre la comida para posteriormente tomar nota y “controlar” al “runner” asignado, que se encontraba en el segundo grupo de trabajadores/as. El segundo grupo, supeditado al primero como “sus responsables”, se conformaba por personas de origen chino y su trabajo consistía en servir las bebidas más económicas (refrescos y cerveza), poner en la mesa la botella de vino con una cubitera para que su “camarero responsable” la abriera, servir los platos, recogerlos, limpiar las mesas y estar atento/a a las indicaciones de “su responsable”. En cocina el orden jerárquico se repetía: ayudantes de cocina de origen chino que trabajaban en un absoluto silencio obedeciendo las órdenes de cocineros de origen español. 

El responsable del local siempre fue amable conmigo, aunque solía ser bastante autoritario y déspota con el resto de compañeros, especialmente con los “runners”, apelando que debíamos ser duros con ellos porque solían ser bastante holgazanes. Durante mis jornadas extras (que solían durar unas 5 horas aproximadamente) trabajé con dos “runners” diferentes y debía atender unas mesas que se ubicaban en una zona privada, donde normalmente los clientes solían ser empresarios y se reunían para charlar de negocios, y otras donde los clientes eran en su gran mayoría familias de la zona con hijos de mediana edad.

1.1_ Tres de las 5 veces en la que trabajé en dicho restaurante, atendí a grupos de clientes que reservaban una de las dos zonas privadas para hacer negocios, creándose un escenario perfecto para (de)mostrar el poder de dominación entre ciudadanos/as dependiendo de su país de origen. En una de las jornadas de trabajo, mi responsable me dijo que debía atender a una persona que había realizado una reserva para dos en la zona privada. Me comentó que debíamos tener mucho cuidado porque era un cliente habitual que traía a clientes muy importantes. Cuando llegaron les acompañé a la zona reservada, les tomé nota y la “runner” del la cual yo era responsable que realizara su trabajo “correctamente”, volcó encima del cliente habitual y por accidente, una de las cervezas. Su respuesta fue insultar a la “runner” e intervine diciéndole que había sido un accidente, que lo lamentábamos mucho, que se tranquilizara y que no tenia derecho a hablarle así a nadie. Sus insultos fueron “-Eres una inútil, -Maldita china, -No tienes ni idea de lo que cuesta este traje” y “-La tintorería me la vas a pagar tu por inútil”. Supongo que su invitado debía ser un cliente muy importante y debía demostrar sus dones de control ante esa aparente humillación. El cliente exigió hablar con mi responsable y éste me dijo que tuviéramos más cuidado durante toda la cena. 

En el transcurso de la noche, mi trato con el cliente fue frio y trataba de ridiculizarlo ante su compañero de mesa, corrigiéndole, de forma inventada, los nombres en japonés de los platos que iba pidiendo. En una de las ocasiones le dije que me constaba comprender qué es lo que quería porque no lo pronunciaba correctamente. Con cada plato nuevo, le cambié la servilleta y en los servilleteros de papel que las sostenían, escribí varios mensajes que podían pasar desapercibidos por la poca potencia de luz de la sala. Después de que el cliente pagara su cuenta, exigió el ticket en el que le escribí un mensaje. Se le entregué doblado con la copia de la visa con la que pagó y lo colocó en su cartera.

1.2_ El tercer día como “camarero responsable”, en el que asumía de nuevo la jerarquía creada en un escenario que perpetuaba la imagen el exotismo dominado bajo la premisa de la ilustración, vi como una de las chicas de origen asiático que trabajaba en la cocina como friegaplatos, lloraba disimuladamente. Le pregunté si necesitaba algo y me dijo que irse a casa porque se sentía enferma. Le comenté a mi responsable que había una chica en la cocina que estaba mal y me dijo hablaría con el jefe de cocina. Pasado unos 30 minutos la chica seguía ahí y le pregunté si se sentía mejor, respondiéndome que se había tomado una pastilla en el descanso y que ya estaba bien. Al final de mi jornada, la encontré de nuevo llorando y me dijo que le había vuelto el dolor. Escribí un mensaje de consuelo en uno de los tickets con los que comprobábamos nuestra comanda en cocina y lo coloqué entre los platos que le llevábamos, con el objetivo que lo leyera y aliviarle ligeramente su dolor.

1.3_ En mi quinto y ultimo día como “camarero responsable”, en el que debía atender a 4 mesas formadas por familias y grupos pequeños de amigos o conocidos, opiné de forma impertinente sobre el contenido de las diálogos entre clientes de cada mesa. Mi actitud en cada conversación fue la de representar el papel como “camarero responsable” que asume el rol de relación arrogante entre personas dependiendo de su origen. Encarnando dicho papel como trabajador obediente que realiza sus tareas según los esquemas establecidos, incomodé a los clientes con mis opiniones apelando que mi trabajo como “camarero responsable” legitimaba mis opiniones por encima de cualquier otra. 

En cada una de las mesas interactué con los/las clientes/as a partir de 4 temas diferentes:

_ La validez del contenido del periódico que estaba leyendo el cliente

_La sobreactuación en los gestos y habla de dos hijos de 5 y 8 años aproximadamente que intentaban llamar la atención de sus padres

_Las exageradas muestras de entusiasmo en la celebración de un cumpleaños de un grupo de amigos

_La mala calidad de los muebles de Ikea

Mi posición en cada uno de los temas fue contraria a las opiniones que escuchaba en el marco de la conversación. Así pues, sobre el tema del contenido del periódico que estaba leyendo el cliente, mi posición fue la de rebatir que el contenido estaba manipulado, apelando que se pueden construir noticias falsas a partir de narrativas concretas. Respecto a la sobreactuación de dos hijos intentando llamar la atención de sus padres, interactué inventándome que existe una corriente educativa que afirma que si los hijos consumen muchos dibujos realizados en Japón, acaban actuando como “japoneses”. En este caso, para “demostrar” dicha afirmación, utilicé la premisa de hablar sobre las fundas de los teléfonos móviles de su hijo e hija y de cómo las ilustraciones tenían una relación directa con el artista Haruki Murakami. En el marco del tercer tema, quise poner en evidencia las exageradas muestras de alegría en celebrar el cumpleaños de uno de los clientes. A partir de sus actos, mis interacciones consistieron en afirmar que llegar tarde a la cita acordada era lo adecuado, que reglar un perfume a una persona que cumplía años era para enmascarar malos olores, que el mejor regalo que pueden hacerle a alguien es que le tocasen una pieza musical de Debussy, que el restaurante donde se encontraban era muy importante, que pedir cerveza japonesa demuestra clase, que la escena que protagonizaba como camarero era digno de hacer una película y que el restaurante donde se ubicaban era tan importante que cuando viene el hijo del jefe al local inmediatamente hemos de servirle vino Recaredo y ostras. 

El marco de cada conversación ejecutada, fue anotado en servilletas del restaurante con el objetivo de recordar las interacciones realizadas.

2/“Restaurante de cocina catalana”

18 hojas de libretas de comandas escritas 10’5 x 18’5 cm c/u

Fotografía 10 x 15 cm

Libros 10’5 x 14’5 cm c/u

Barcelona 2014

Durante casi un año y en distintas estaciones, trabajé como camarero temporal en un restaurante de cocina catalana cerca del Parc Güell de Barcelona. El restaurante tenia una decoración tradicional, con muchos objetos que hacían alusión a la caza, la naturaleza y la cultura catalana. Estaba formado en su gran mayoría, por camareros “extras” que acudían a la llamada de nuestro jefe si las reservas para mesas eran más de las esperadas.

El restaurante tenia una decoración típica de “taberna”, decorada por decenas de objetos que evocaban un escenario de tradición sin aparentes pretensiones y donde los/las clientes/as se sentían en un “hogar” donde no había pasado el tiempo. Debido a que el establecimiento se ubicaba en una casa de principios de siglo XX, se encontraba de camino al Parc Güell y se publicitaba la “autentica comida catalana” en revistas y publicaciones dirigidas a turistas de la ciudad de Barcelona, eran varios los y las clientes que estando de viaje a la ciudad condal, se acercaban motivados por encontrar una comida tradicional. Como camareros extras, nuestro objetivo con este tipo de clientes/as, era que acabaran de comer lo antes posible para que dejaran la mesa libre para otros clientes/as. Francamente, la práctica de presionar a los/las clientes para reutilizar la mesa en el mismo servicio, no me causaba mucho malestar… No obstante, dicho sistema ponía en evidencia la forma en la que la idea de viaje se desarrolla desde el consumo de prácticas que convierten contextos en parques temáticos bajo estigmas reconocibles. 

2.1_ Mientras no había clientes, los/las camareros/as permanecíamos en nuestra zona a la espera de que llegaran las reservas asignadas. Así pues, decidí dedicar los espacios de tiempo en los que esperaba a los/las comensales, a generar trabajo artístico, con el objetivo de que mi horario laboral fuera coherente con el pacto establecido entre el responsable y el trabajador.  

 En uno de los espacios de tiempo en los que debía limitarme a esperar, escribí un texto con el que reflexionar sobre los tipos de necesidad en relación al contexto donde se ubican, encontrando en el cuaderno de comandas del camarero formado por papel carbón, una traducción visual sobre cómo la idea de necesidad difumina y transforma la conciencia y cognición personal.

2.2_ En la línea de desarrollar un ensayo improvisado sobre las condiciones que conforman clases de necesidad dependiendo del contexto, modifiqué la función decorativa de uno de los cuadros del restaurante para convertirlo en una “ventana” que deleitara a los/las camareros/as mientras fregaban platos. Reubicando la obra a la altura de la mirada, se invitaba a la persona que desarrollaba la anodina tarea de limpiar la vajilla, a establecer una relación con el paisaje que se situaba a la altura de su mirada, ayudándole/a a evadirse del contexto donde se ubicaba. Así mismo y partir de la pregunta “-El paseante viene o va?”, realizada a los compañeros/as cuando limpiaban platos, el cuadro se convirtió en un pequeño escape simbólico al tedioso trabajo con el que mantener una conversación fuera del ámbito estrictamente laboral. La nueva ubicación de la obra hizo que divagáramos sobre cuestiones como dónde iba el paseante, las relaciones entre los personajes, el paisaje donde su encontraban, si el pescador había pescado, si era una lago o un río o si el paseante era una mujer o un hombre, desarrollando pequeñas conversaciones artísticas improvisadas. 

La pintura estuvo colgada desde la primera semana en el que inicié mi tarea laboral y ofreció un modesto escape al tedio del trabajo de los/las compañeras y propio. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de los/as empleados/as éramos camareros/as temporales que aceptábamos unas condiciones injustas, sin contrato y por necesidad económica, el sentimiento de inestabilidad era constante, evidenciándose en una lucha por destacar entre compañeros/as por demostrar las mejores aptitudes de rapidez y eficacia. La situación para continuar trabajando durante otros servicios, provocaba pequeñas peleas internas entre trabajadores/as basadas en quien ha trabajado más o menos, generando un ambiente estresante por tener que ser el o la más rápido/a y demostrar la valía como camarero efectivo. Colgar el cuadro, además, obligaba al/la camarero/a a detenerse y observar y aunque fuera en un corto periodo de tiempo, evadía las peleas y el estrés provocado por la necesidad de destacar, ya que cualquier comentario sobre la obra era legítimo, eliminando la amenaza que sentían los/las unos/as con los/as otros/as por conservar el trabajo.

2.3_ La última acción desarrollada fue la de dar visibilidad desde la zona en la que era responsable, una serie de seis obras literarias de “novela rosa” que se encontraban guardadas junto a otros utensilios, en una caja en el almacén. La finalidad de exponer los libros tenía el objetivo de dar testimonio al paralelismo narrativo entre el marco del restaurante y el contenido de las novelas, ambas basadas en el esfuerzo que realizan dos personas para que su relación sea positiva. La voluntad de que la relación funcione entre ciudadano-trabajador y dos personas que forman pareja sentimental, evidenciaba de qué manera asumimos papeles como trabajadores/as subyugados/as y como pareja sentimental donde el supuesto “destino escrito” juega un papel principal en dichas relaciones.

Los libros fueron exhibidos en el tramo de escaleras que accedían al área donde trabajaba durante aproximadamente unos 6 meses. Poco después de la intervención y limpiando el trastero del restaurante, encontré otras tres novelas tituladas “El Amo”, “Humillación” y “El Poder del amor”. Los sugerentes, claros y descriptivos títulos, creaban un retrato lúcido sobre la relación fallida entre empresario-trabajador subordinado con el “destino” como hecho inevitable. Los libros fueron salvados de ser destruidos y dan testimonio a partir de sus títulos, de las relaciones establecidas entre empresario y trabajador supeditado que debe sobrellevar funciones laborales basadas en la herencia judeocristiana del trabajo como castigo a la supervivencia cotidiana del ser.

3/“Heladería”

Tickets  intervenidos. Medidas variables (aproximadamente 1,70 x 1’70 m)

Lista encontrada 10 x 15 cm

Impresiones Ink A4
Barcelona 2015

Durante el verano del 2015, trabajé como responsable de una Heladería ubicada en el barrio de Poblenou de Barcelona. 

Mi trabajo consistía en realizar helados en una máquina ubicada en el propio establecimiento, realizar los pedidos del material necesario para elaborarlos, servir mesas, limpiar el local en acabar el servicio, cuadrar la caja al final de la jornada, realizar la comida que ofrecíamos, montar y desmontar la terraza y servir a los/las clientes/as. En el local éramos dos personas por turno con las que nos repartíamos las tareas asignadas. Nuestro jefe, de origen belga, aparecía de vez en cuando sin avisar y todo debía estar según las órdenes que nos había dejado escritas el primer día.

El local se ubicaba en la Rambla central del barrio, lugar donde más se evidencia el proceso de gentrificación de la zona, caracterizada por su cercanía a una de las playas de la ciudad y sus edificios de origen industrial rehabilitados en modernos y costosas viviendas. 

En el establecimiento vendíamos gofres, crepes, batidos y helados artesanales con sabores atípicos que tenían la propósito de llamar la atención del público. Así pues, el responsable nos enviaba las recetas que él diseñaba, y los trabajadores pedíamos el material necesario a los proveedores para elaborar el producto. Algunas de las recetas más vendidas eran “roquefort con nueces”, “rosa”, “violeta” y “cánnabis”, éste último uno de los más solicitados por los/las clientes/as que venían a la ciudad atraídos por la apertura de asociaciones que distribuyen cannabis de forma legal.

El propietario del negocio quiso aumentar sus beneficios tejiendo relaciones con la red de viajes organizados que desde Alemania, Italia, Noruega y Gran Bretaña ofrecían Barcelona como la “nueva Ámsterdam” de Europa. Así pues, muchos/as de los/las clientes/as, con un perfil concreto de turista, venían a la ciudad con la finalidad de divertirse bajo el pretexto del consumo de marihuana y el ambiente de hipotética libertad que la ciudad le ofrecía para consumir cánnabis legalmente.

3.1_ Durante los primeros días que trabajé en el establecimiento, aprendí a elaborar y realizar varias recetas, como la masa de gofres o crepes. Todas las pruebas realizadas y no aptas para la venta, o bien las comíamos los trabajadores o eran desechadas. Dado que mi horario correspondía al cierre del establecimiento a las 00:00 y debía dejar el local limpio para el compañero responsable de apertura al día siguiente, una de mis labores era la de sacar la basura que contenía parte de las pruebas de las recetas realizadas. En la primera semana de mi trabajo, observé que un persona sin techo esperaba a que tirara la basura para buscar los alimentos que desechábamos y hablé con él. Me explico en inglés, que era de origen húngaro, que hacia un año que se encontraba en Barcelona, que tenia 32 años y que se llamaba Dani. El hecho de que fuera tan amable, tuviera exactamente mi edad y mi mismo nombre, hizo que me interesara por él. Le comenté que no hacía falta que buscara en nuestra basura, ya que si pasaba por el local a las 00:00 le entregaría la comida sobrante en óptimas condiciones. Así pues, al día siguiente Dani se presentó tímidamente en el local y le entregué el remanente de pruebas de gofres y creps que aparataba durante la realización. Empezamos a conversar y le pregunté cómo había acabado en la calle y porqué no le había pedido ayuda a su familia. Me dijo que su familia lo había rechazado a causa de su homosexualidad justo después de finalizar su doctorado en Filosofía en Budapest en la Eötvös Lórand Univeristy. Empezamos a hablar sobre sus estudios y le comenté que estaba finalizado mi tesis en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona y que ese mismo año la presentaría. Dani era un hombre extremadamente prudente y dijo que no quería que tuviera problemas por darme la comida que sobraba, hecho que nunca pensé que podría traerme problemas ya que la comida la desechábamos cada día. Continuamos hablando sobre Heidegger, Locke y Marx y sobre cómo sobrevivía en una ciudad a la que había venido a encontrar una mejor vida. Desde ese día, Dani siempre aparecía puntualmente a las 00:00 y si veía que estaba ocupado trabajando, esperaba pacientemente sentado en un banco a la espera de que cerrara la persiana.  

Posteriormente y desde nuestra relación amistosa, Dani empezó a acudir al establecimiento durante las horas en las que no teníamos clientes. A veces sólo pasaba y saludaba, otras hablábamos u otras se sentaba en el banco de delante a la espera de conversar y comer lo que pudiera ofrecerle, ya que era evidente que realmente lo necesitaba era que nadie lo estigmatizara como un sin techo. Durante una de nuestras charlas, hablamos de música y confesó que era un gran amante de Korsakov y que su obra Scheherazade, era una pieza de las piezas más brillantes que jamás se habían creado. Al día siguiente, busqué y reproduje en el hilo musical del establecimiento dicha obra y durante mi jornada laboral estuvo en la lista de reproducción con la finalidad de que cuando Dani apareciera, tuviera un pequeño momento de júbilo. 

 

3.2_

Uno de los días en lo que estábamos trabajando mi compañero y yo, llegó mi jefe de forma inesperada como era habitual. Me comentó que quería hablar conmigo y me dijo que me habían  visto hablar varias veces con un “vagabundo” al que le daba comida del establecimiento. En ningún momento negué el hecho y para defenderme le dije que le daba la comida que sobraba de las pruebas que realizábamos y que si no había clientes, a veces charlábamos sin descuidar mi trabajo. De forma muy cordial me dijo que eso no podía volver a pasar porque Dani daba una “mala imagen” al local y los clientes no se acercarían. Aunque nunca lo supe, estaba casi seguro de que la persona que le comentó mi relación con Dani, fue el responsable del restaurante de delante, ya con tenia una relación cordial con mi jefe y hablaban casi a diario. De hecho, cuando Dani venía yo siempre estaba solo porque mi compañero acababa antes que yo la jornada y era imposible que nadie de dentro del local me hubiera visto. Cuando apareció Dani le comenté lo que mi jefe me había dicho y le dije que le seguiría dando comida al salir del local. A partir de ese momento, Dani siempre esperó a las 00:00 en los contenedores donde iba a tirar la basura y yo le entregaba por separado el remanente de comida. 

Desde ese momento y movido por la ira, empecé a tratar a los/las clientes/as de una forma déspota con el objetivo de que sus ventas disminuyeran: modificaba los ingredientes de los pedidos, hablaba con malas formas, realizaba mal la masa de los gofres y crepes a propósito o sencillamente llevaba comida que no habían pedido bajo excusas incoherentes. 

En algunas ocasiones, los/las clientes/as publicaban sus opiniones en Tripadvisor. El hecho que hizo que mi jefe me informara que si volvía a ocurrir se vería obligado a despedirme. No obstante estaba seguro de que no me despediría hasta acabar la temporada, ya que no disponía de trabajadores debido a que las condiciones laborales era denunciables y no todo el mundo las aceptaba: el contrato no correspondía a las horas trabajadas y las jornadas solían ser más largas de lo habitual sin retribución de horas extras.

3.3_ Desde entonces y con la finalidad de retar al propietario, mi trabajo oficial durante el horario del establecimiento, pasó a ser secundario. Así pues, empecé a realizar una serie de acciones “no aptas” en el horario laboral como por ejemplo hacer mal la caja obligando a mi jefe que estuviera pendiente de ello, leer el periódico en horas de trabajo, acabar de escribir mi tesis doctoral que presentaba ese mismo año desde en portátil y en la barra, facilitar a todo el/la que quisiera (sin ser clientes) la clave wifi del establecimiento, hacer llamadas telefónicas a números personales desde el teléfono fijo del local, ofrecer a los/as niños/as muestras de helado de cannabis preguntando a sus padres si podía dárselo, reproducir listas de reproducciones con música punk (aquí has de posar aquesta pista d’audio després d ela foto del diari https://www.youtube.com/watch?v=wZFBPrdqHO8), permitir a una señora colgar unas grotescas notas quejándose del trato en el establecimiento “Cash Converters” (muy cercano a la heladería), no devolver una lista de cosas que hacer en Barcelona a una pareja de turistas que había olvidado en el local cuando volvieron a recuperarla, denunciar públicamente a través de mi página de Facebook (manteniendo el anonimato del local), que las hojas “en sucio” que nos ofrecía el establecimiento eran currículos que le habían llegado y que había desechado (aunque en la publicación no aparecía el nombre del establecimiento, las personas de mi pagina personal de Facebook sabían dónde trabajaba) o realizar dos collages con revistas, periódicos y tickets del establecimiento, que reflexionan sobre la idea de realidad, subjetividad y objetividad. Éstos últimos provocaron quejas de clientes/as, ya que los periódicos y revistas que ofrecíamos a los/las clientes/as tal  como nos había indicado el jefe, estaban recortados e incompletos.

Cuando finalizó el periodo de mi contrato, mi jefe me llamó por teléfono y me dijo que habían disminuido mucho las ventas y que no iba a renovármelo. Al instante me ofreció una cantidad de dinero que no correspondía a las horas de trabajo realizadas y le dije que recibiría noticias de mi abogado si no me pagaba de forma justa. 

El propietario del establecimiento recibió la llamada del bufet de abogados y jefe pagó el sueldo correspondiente a las horas trabajadas no oficiales.